Voy de paso por Alvear, provincia de Corrientes, cerca de la Yapeyú que aparece en los manuales de historia. Es sábado a la noche y estamos en un bar con mesas sobre la vereda. Comemos una pizza y tomamos una cerveza. Desde una ventana, el dueño del negocio esgrime su consola de deejay y nos hace escuchar aquellos viejos éxitos a muy alto volumen. El calor y los mosquitos son indisimulables. Pero la gente disimula. O está acostumbrada. Y todo transcurre como si se estuviera posando para que un pintor costumbrista cubra su tela. Mientras suena el megamix de Dr. Alban, el anfitrión se acerca hasta unas chicas que acaban de destapar una Coca de dos litros y empiezan a beberla sin agregarle nada. Ellas dejan de mandar mensajitos desde sus teléfonos y se disponen a la charla. El les habla de una vez que fue a Buenos Aires a ver un show de Michael Jackson. Al mismo tiempo, con un trapo, espanta a un gatito que merodeaba entre las piernas de los parroquianos. Llegan más noctámbulos. Nos aproximamos a la medianoche. Para que esto se constituya en una discoteca a cielo abierto, sólo faltaría que alguien baile. El deejay se percata del detalle y recurre al "Daddy Cool" de Boney-M. Una fórmula que desde hace 30 años sigue funcionando. Así en la tierra correntina como en cualquier otra very important parte.
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