Los ochentas fueron mis sesentas. Una noche pasaba por el Audax y tocaban Los Violadores. A los pocos días entraba a Cuore y estaba Virus cantando "Agujero Interior". Y una tarde, Marcelo Franco me pidió que lo acompañara a hacer una entrevista. La formación completa de Sumo nos esperaba en la sala de estar del hotel Viñas de Italia. Por supuesto, como lloviznaba, robé un piloto del placard de mi papá y le levanté las solapas. Eran los ochentas, qué tanto. Y sabíamos lo que pasaba en la capital. Habíamos asistido a veladas nocturnas con los Peinados Yoli y Los Vergara. Teníamos copia en cassete de "Corpiños en la madrugada". Teníamos una vida por delante. Pero Luca no. Luca tenía una vida por detrás. Por eso cantaba. Por eso le creíamos cuando lo hacía. Ya han pasado veinte años desde aquel anochecer de un día agitado. De repente no hubo más Sumo, ni Virus, ni Abuelos de la Nada. No más Fricción ni La Sobrecarga. No más Encargados, ni Los Twist, ni Casanovas. Nos volvimos adultos. Y ahora cuando veo "Luca", la peli de Rodrigo Espina, me emociono hasta las lágrimas. Recuerdo al Prodan grande, explicándome de qué hablamos cuando hablamos de "undeground". Y al Prodan chico, sentado en las escalinatas del Patio Olmos, explicándome de quién hablamos cuando hablamos de su hermano.
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