25 enero 2006

Irredentos

Oye Reggae/Villa Rumipal
Entre el viernes a la mañana y el domingo al mediodía, no lloverá en Villa Rumipal. Rastafá, detrás de su pipa, así lo ha prometido. Habrá nubes, pero no serán de lluvia. Lejos, muy lejos de Babilonia, dará gusto echarse en el piso, en la costa del lago, a contemplar la elongación de la Cruz del Sur. Tomar una cerveza en un bar con mesas en la vereda, desde donde se escuchen las canciones que expulse el escenario. Deambular hasta una carpa donde haya dee jays y famosos desconocidos. Cuando la música reggae requiebre los cuerpos hasta gelatinizarlos, la luna llena pondrá en evidencia esas siluetas ya sin forma. Divinas criaturas insomnes que se confundirán, se despojarán de sus verdaderos nombres e intentarán persistir hechas conjunto. Apenas hasta el próximo verano. Apenas cuatro estaciones, doce lunas. Pero vendrá la tormenta y limpiará el predio de dreadlocks y locura. Una semana después, para la Fiesta del Lago, del Oye Reggae no quedará nada más que el futuro.

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Lejos de la cercanía

Lejos de la cercanía
“Cuando vivís es extraño todo lo que sucede”, dice el amigo Martín Toledo en su novela “Proximidad”. Martín, el que cayó aquella noche de 2004 desde el escenario de Casa Babylon. El que regresó a la superficie con los puños llenos de literatura. Llanto de Mudo fue la editorial que recogió esa furia y la convirtió en un libro. Más de 160 páginas en las que se cronica un fracaso tras otro. Porque, ya lo señala el propio autor, “cuando se quiere ser feliz comienzan las equivocaciones”. Y allá vamos entonces, cayéndonos y levantándonos, durmiéndonos y despertándonos. Cada vez más lejos y cada vez más cerca de la felicidad.

EL FANZINE

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