13 febrero 2006

Ultimo tango en Seúl

Oldboy/Gran Rex
"Si ríes, el mundo reirá contigo. Si lloras, llorarás solo". No es la letra de un tango. Es lo que le hacen leer durante quince años al protagonista de "Oldboy", enclaustrado por la fuerza en una habitación de hotel entre 1988 y 2003. Reírse para ganar amigos, llorar para aislarse. Ho-Jin Lee, por venganza, maneja como a un títere a Ho-Dae Su durante tres lustros. Chan-Wook Park, el director, manipula los hilos de ese titiritero. Quentin Tarantino le señala al cineasta coreano el camino de ingreso a Hollywood, con sólo recomendar su obra. "¿Qué dios detrás de Dios la trama empieza/De polvo y tiempo y sueño y agonías?", se pregunta Borges. Salgo del cine, voy al bar, charlo con mi amigo el mozo sobre fútbol. Y de regreso confirmo que vivimos como Ho-Dae Su, encerrados en nuestro propio mundo. Conectados a los demás a través de un intrincado sistema de sondas. Sostenidos por alguna frase que pierde valor de tanto repetirla. Manejados por verdugos que se creen dioses por el simple hecho de afilar cada vez más la guillotina.

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Lejos de la cercanía

Lejos de la cercanía
“Cuando vivís es extraño todo lo que sucede”, dice el amigo Martín Toledo en su novela “Proximidad”. Martín, el que cayó aquella noche de 2004 desde el escenario de Casa Babylon. El que regresó a la superficie con los puños llenos de literatura. Llanto de Mudo fue la editorial que recogió esa furia y la convirtió en un libro. Más de 160 páginas en las que se cronica un fracaso tras otro. Porque, ya lo señala el propio autor, “cuando se quiere ser feliz comienzan las equivocaciones”. Y allá vamos entonces, cayéndonos y levantándonos, durmiéndonos y despertándonos. Cada vez más lejos y cada vez más cerca de la felicidad.

EL FANZINE

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