Oldboy/Gran Rex
"Si ríes, el mundo reirá contigo. Si lloras, llorarás solo". No es la letra de un tango. Es lo que le hacen leer durante quince años al protagonista de "Oldboy", enclaustrado por la fuerza en una habitación de hotel entre 1988 y 2003. Reírse para ganar amigos, llorar para aislarse. Ho-Jin Lee, por venganza, maneja como a un títere a Ho-Dae Su durante tres lustros. Chan-Wook Park, el director, manipula los hilos de ese titiritero. Quentin Tarantino le señala al cineasta coreano el camino de ingreso a Hollywood, con sólo recomendar su obra. "¿Qué dios detrás de Dios la trama empieza/De polvo y tiempo y sueño y agonías?", se pregunta Borges. Salgo del cine, voy al bar, charlo con mi amigo el mozo sobre fútbol. Y de regreso confirmo que vivimos como Ho-Dae Su, encerrados en nuestro propio mundo. Conectados a los demás a través de un intrincado sistema de sondas. Sostenidos por alguna frase que pierde valor de tanto repetirla. Manejados por verdugos que se creen dioses por el simple hecho de afilar cada vez más la guillotina.
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