02 julio 2006

Cruje tu voz

Coiffeur/Mielcitas
Pucha que es digno de alabanzas Coiffeur, aunque no configura ninguna deidad, ni siquiera pagana. Aferrado a su guitarra, se lo vio la otra noche por el mismo lugar en el que se nos había perdido aquella vez. Sirvió unas canciones al paso, sin quitarse la gorra, sin despeinarse por lo tanto. Después el DJ pinchó Bauhaus, "Kick In The Eye", y la oscuridad fue plena. Ese es mi recuerdo de la última madrugada con alegría importada desde Alemania. Alegría rubia, alegría negra, alegría colorada. Alegría hinchada, como el Diego. Alegría de toco y me voy, como Coiffeur. Alegría de caño, como la del Apache. Alegría picante como el chucrut. Al día siguiente, la tormenta de llanto saturó los pluviómetros. La gente desorientada desorientaba. Y los corazones crujían, como cruje tu voz. Porque es así. Para desempaquetar otra alegría semejante, habrá que esperar por lo menos cuatro años.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanta cómo escribís.
Muy bueno el blog.

Anónimo dijo...

Argentina perdió, se fue. No es culpa de nadie, la pelota no cruzó la linea y quedó en manos del arquero.
Nadie entiende la profundidad de mis comentarios superficiales.

Lassy n´Tía!

Anónimo dijo...

Yo creo que... em... yo creo. Creo que uno de los misterios de la internéss es cómo el señor blogsista puede mezclar la dulce guitarra de Coiffeur con alegría alemana y diego en el mismo texto y salir absurdamente airoso. Creo también que la palábra "pluvióMETro" es hermosísima, y creería que el color rosita es re electro pop.
Creo que lo saludo atentamente y no soy yo si le pregunto, como quien no quiere la tecla, porqué se llama como un sinónimo de Percudido. Créame.

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Lejos de la cercanía

Lejos de la cercanía
“Cuando vivís es extraño todo lo que sucede”, dice el amigo Martín Toledo en su novela “Proximidad”. Martín, el que cayó aquella noche de 2004 desde el escenario de Casa Babylon. El que regresó a la superficie con los puños llenos de literatura. Llanto de Mudo fue la editorial que recogió esa furia y la convirtió en un libro. Más de 160 páginas en las que se cronica un fracaso tras otro. Porque, ya lo señala el propio autor, “cuando se quiere ser feliz comienzan las equivocaciones”. Y allá vamos entonces, cayéndonos y levantándonos, durmiéndonos y despertándonos. Cada vez más lejos y cada vez más cerca de la felicidad.

EL FANZINE

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