04 junio 2007

Panchito

No entender lleva tanto tiempo como entender. Hoy, por ejemplo, no entendí la historia de una resistencia. Un hombre que a los 30 años sufrió la muerte de su único hijo, ¿cómo puede soportar a los 90 la muerte de su único perro? No entiendo. Es inútil. El dolor es una experiencia intransferible. Pero hago el esfuerzo, recuerdo padeceres que el inconciente mantenía ocultos. Y no hay caso. Sólo puedo mirar sus ojos humedecidos y conmoverme. Pensaba dedicar este espacio a una noche cualquiera. Hablar de la jam en 990 y del encadenamiento sin diálogo que suponen los mensajes de texto; teorizar sobre la práctica de llevarme en mi ropa los perfumes ajenos. Exhibir las redes de la trampa que me envuelve, evocar aquellos viernes electrónicos de Babylon que ahora se llaman jueves. Comprendo que nada de eso es ni será nunca trascendente, cuando el viejo me señala un túmulo en el patio y me dice: "Ahí está mi Panchito". Un hijo. Un perro. Todo el dolor de una vida casi centenaria. ¿Cuántos caminos debe recorrer un hombre para entender eso?

2 comentarios:

*AntagoniSta* dijo...

Tampoco entiendo (entre tantas cosas), como llegué acá, pero Panchito con cada letra escrita se fué adentrando en lo que sería mi sensibilidad, y cuando leí el punto final, me ganó este nudo en la garganta, que trato de entender, pero no.

Anónimo dijo...

Uno solo, estar vivo.

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Lejos de la cercanía

Lejos de la cercanía
“Cuando vivís es extraño todo lo que sucede”, dice el amigo Martín Toledo en su novela “Proximidad”. Martín, el que cayó aquella noche de 2004 desde el escenario de Casa Babylon. El que regresó a la superficie con los puños llenos de literatura. Llanto de Mudo fue la editorial que recogió esa furia y la convirtió en un libro. Más de 160 páginas en las que se cronica un fracaso tras otro. Porque, ya lo señala el propio autor, “cuando se quiere ser feliz comienzan las equivocaciones”. Y allá vamos entonces, cayéndonos y levantándonos, durmiéndonos y despertándonos. Cada vez más lejos y cada vez más cerca de la felicidad.

EL FANZINE

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