23 julio 2007

Blanco sobre negro

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Reconocí los copos. Los había visto golpear contra mi parabrisas en San Martín de los Andes. ¿Cómo no me iba a percatar de su presencia en Villa Rivera Indarte? Era la medianoche del domingo, víspera de un feriado, cuando recorrí la ciudad bajo la nieve. Y después, la retro. El cañón de fuego de Babylon que recalentaba las sienes. La gente que llenaba de risas mi tristeza. Y reculé, retrocedí, me fui para atrás no sólo musicalmente. Reciclé otras desazones sin sentido, otras nieves. Tomé un envión tan grande que, de un salto, el martes amanecí en Corrientes y Esmeralda. Paré un taxi y lo llevé a Recoleta. Caminé por Junín. De un lado, el cementerio. Del otro, Sahara, la discoteca. Allí, tan cerca de la muerte, alguna vez amé la vida y fui correspondido. La nieve tiene esas propiedades más allá de servir para fabricar muñecos. La nieve se derrite y rápidamente se entrega al recuerdo. Pero antes, pone las cosas blanco sobre negro.

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Lejos de la cercanía

Lejos de la cercanía
“Cuando vivís es extraño todo lo que sucede”, dice el amigo Martín Toledo en su novela “Proximidad”. Martín, el que cayó aquella noche de 2004 desde el escenario de Casa Babylon. El que regresó a la superficie con los puños llenos de literatura. Llanto de Mudo fue la editorial que recogió esa furia y la convirtió en un libro. Más de 160 páginas en las que se cronica un fracaso tras otro. Porque, ya lo señala el propio autor, “cuando se quiere ser feliz comienzan las equivocaciones”. Y allá vamos entonces, cayéndonos y levantándonos, durmiéndonos y despertándonos. Cada vez más lejos y cada vez más cerca de la felicidad.

EL FANZINE

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