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Estamos con mi amigo Walter Ruben sentados en el bar del Cineclub Municipal. Sobre la mesa tirita la Warsteiner que nos trajo Manuela. Hace algunos años, veníamos a este lugar a perder el tiempo. Ahora, perdemos el tiempo en otra parte. Pero estamos de vuelta porque hemos visto y escuchado el show de los Tomates. Los Tomates Asesinos que cada vez suman más víctimas. Víctimas de un experimento cordobés que en conjunto es mucho más que la simple suma de los elementos que lo componen. Bang bang, disparan los victimarios y dejan el tendal de boquiabiertos. Quedamos fritos, patitiesos, mirándonos con gesto incrédulo. Es martes y cada uno se dirige a su casa como puede, feliz por haber abierto puertas y haber recibido un disparo certero al trasponerlas. Disparos que han liquidado los prejuicios y nos han librado de ellos, aunque más no sea por un momento. Saludables muertes para las vidas que ya fueron vividas y que hoy no son más que un contrapeso.
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