No es la Kaaba. Es apenas El Cubo. Un cubo negro. El lugar indicado para empaquetar la sensación que invade a Juan Carlos en este sábado. Está, muy suelto de cuerpo, metido hasta el cuello en una fiesta Total Trash. Su testa, sin embargo, pende de una cita imposible. "Si puedo y podés te llamo y nos vemos", decía el mensaje de texto. Como siempre, se trata de una cuestión de poder. De querer poder. Se monta sobre la tarima de El Cubo una banda de rock, que se baja sin tocar ni siquiera un tema. Los vasos pasan de mano en mano. Los músicos vuelven a subir y esta vez logran arrancar con el show. Hay un sentimiento incontrolable y ruidoso en el ambiente, una voluntad de impacientar al silencio. En cierto momento indefinido de la noche, Juan Carlos se da cuenta de que sus pasos han atravesado la puerta hacia el exterior, que han sincronizado con su pensamiento de una vez por todas, que han entendido que no hay citas imposibles. Ahora, se trata de querer. O más bien, de poder querer.
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