21 noviembre 2005

Anarquía en la ciudad de las campanas

Los Enviados del Señor/Cabildo Histórico
Una mañana, Mario Bulacio llegó a Independencia 1130 con una botella de champán. La destapamos y la bebimos del pico. No recuerdo qué festejábamos, porque a mediados de los ochenta sobraban los motivos. Tal vez el tercer puesto de la lista negra del Zzzchchrrrmmm en las elecciones por el Centro de Estudiantes de Arquitectura. O la edición del primer número de Axila, un fanzine cuyo leit motiv era "Para un día o para toda la vida". En el radiograbador sonaba Jello Biafra. Eramos anticristos, anarquistas, no sabíamos lo que queríamos pero sabíamos cómo conseguirlo. Veinte años después nos reencontramos en la puerta del Cabildo, en el regreso de Los Enviados. El futuro no llegó y seguimos festejando. En esa noche, la ciudad sería nuestra por prepotencia libertaria.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Ni anticristo, ni anarquista.
para los ochentas yo era exsistencialista, luego separatista e independentista; hasta que lo conocí y me convertí en soberanista y luego asociasionista.
festejé cuando me convertí en anticolonialista, marxista, leninista y trotskista.
cuando cumplí los 28 fui maonista, luego estructuralista, situacionista y decontruccionista.
después de un par de años y con un cuba libre en la mano puedo decir que actualmente soy feminista.
el mejor día de mi vida!
Sin-Tía

Anónimo dijo...

Guante Los Enviados. Guante Maraddon. Guante el Museo de Rock. Guante.

Anónimo dijo...

muy buena ficción la tuya.
Que festejaban en a mí el plan bonex me cago la vida.
viva perón y la revolución productiva carajo!

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Lejos de la cercanía

Lejos de la cercanía
“Cuando vivís es extraño todo lo que sucede”, dice el amigo Martín Toledo en su novela “Proximidad”. Martín, el que cayó aquella noche de 2004 desde el escenario de Casa Babylon. El que regresó a la superficie con los puños llenos de literatura. Llanto de Mudo fue la editorial que recogió esa furia y la convirtió en un libro. Más de 160 páginas en las que se cronica un fracaso tras otro. Porque, ya lo señala el propio autor, “cuando se quiere ser feliz comienzan las equivocaciones”. Y allá vamos entonces, cayéndonos y levantándonos, durmiéndonos y despertándonos. Cada vez más lejos y cada vez más cerca de la felicidad.

EL FANZINE

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