30 enero 2006

Rocklandia

Cosquín Rock/Comuna de San Roque

Caminar, siempre caminar. De abajo a arriba y de arriba a abajo. Los megafestivales se viven de pies a cabeza. Y la idea es ver todo, aunque la sensación que queda es no haber visto nada. Un amigo en la VIP, otro amigo en la Gold... y un montón de amigos haciendo cola para comprar una hamburguesa. Alguien grita "están robando" y no se sabe si habla de pungas, de músicos o de organizadores. Yo me paso esos días evitando pensar qué haré cuando esto termine, cuando en San Roque vuelvan a pastar las ovejas, cuando entrar al predio no requiera de pulseras ni de tickets. Pero no puedo. Es imposible. La vida real (y la vida Rial) transcurre ahí fuera, no se detiene. Y bajarse del tren loco del Cosquín Rock, es como llegar de regreso de un viaje realizado a la velocidad de la luz. Todo ha envejecido. Pero nosotros seguimos siendo demasiado jóvenes.

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Lejos de la cercanía

Lejos de la cercanía
“Cuando vivís es extraño todo lo que sucede”, dice el amigo Martín Toledo en su novela “Proximidad”. Martín, el que cayó aquella noche de 2004 desde el escenario de Casa Babylon. El que regresó a la superficie con los puños llenos de literatura. Llanto de Mudo fue la editorial que recogió esa furia y la convirtió en un libro. Más de 160 páginas en las que se cronica un fracaso tras otro. Porque, ya lo señala el propio autor, “cuando se quiere ser feliz comienzan las equivocaciones”. Y allá vamos entonces, cayéndonos y levantándonos, durmiéndonos y despertándonos. Cada vez más lejos y cada vez más cerca de la felicidad.

EL FANZINE

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