28 diciembre 2006

Con el pico para abajo

Ocho baldes sobre los que flotan igual cantidad de botellas con el pico para abajo. Ese es el resultado de tanto brindar en la madrugada del 25 de diciembre. La justa medida para no recordar las penas y para que los guiños de felicidad aparezcan en bold y subrayados. La posología exacta para olvidar que el verbo Nacha, a partir de ahora, se conjuga en pasado. Y que las decepciones nos silban al oído su triste valsecito a pesar de que interpongamos un millón de iPods. La pócima indicada para que entren en fluorescencia todos los abrazos. Para que las diatribas recibidas mueran en la opacidad. Para que el ninguneo se someta al peor de los castigos, el de enfrentarse a su propio espejo. Y para que nunca se derritan los cubitos del agradecer. Sobran los motivos entonces para haber abusado de la cristalería. Porque ya se sabe que en el país de los alegres, el borracho es rey.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Juan Carlitos! que tengas un lindo año!!! aflojale un poquito en enero haci te preparas bien para febrero y sus noches jiji! gracias por estar!

Pablo dijo...

Felicidades por el blog y por lo de "La Voz". Gracias!

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Lejos de la cercanía

Lejos de la cercanía
“Cuando vivís es extraño todo lo que sucede”, dice el amigo Martín Toledo en su novela “Proximidad”. Martín, el que cayó aquella noche de 2004 desde el escenario de Casa Babylon. El que regresó a la superficie con los puños llenos de literatura. Llanto de Mudo fue la editorial que recogió esa furia y la convirtió en un libro. Más de 160 páginas en las que se cronica un fracaso tras otro. Porque, ya lo señala el propio autor, “cuando se quiere ser feliz comienzan las equivocaciones”. Y allá vamos entonces, cayéndonos y levantándonos, durmiéndonos y despertándonos. Cada vez más lejos y cada vez más cerca de la felicidad.

EL FANZINE

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