16 mayo 2007
Bienaventurado
Me aventuro por las calles del barrio porteño de Núñez. Y pienso que soy bienaventurado cuando me entrego a la brújula sensible de mi guía. Hay una plaza que está siendo intervenida. Graffiteros que no conozco le pintan la cara a los muros circundantes. Cuelgan allí sus obras de arte como si fueran pares de medias hamacándose. La sensación es que no cabe en los relojes cada segundo vivido en esta tarde. Los mosquitos esperan la huida del sol para lanzarse al ataque. Por las avenidas, la gente pasa rumbo al River de la Bersuit. De acá a unos días, cuando esté escribiendo esto, mi vida ya habrá dejado de ser mía. Por eso, mientras tanto, aprovecho que todavía soy su dueño para vivirla. Y para hacerme el distraido, el que mira cómo encestan tres aficionados al básquet. Aunque, en realidad, mis ojos sólo atienden al vaporoso flequillo de mi guía, cuando se balancea al ritmo de unas bandejas old school.
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