23 agosto 2007

Coronel Olmedo

Mi amigo Fino Pizarro tiene postales de Alberto Olmedo en Carlos Paz, viviendo la vida como se debe. Rucucu, Piluso, el Yeneral González, Borges, Chiquito Reyes, José Refrán, el Manosanta. Todos juntos en Keop's, en Khalama, en el casino, de caravana mal. Me acuerdo de ese recuerdo mientras vamos por el tercer vaso de fernet con Mariano Olmedo, uno de los hijos de Alberto. Mariano dice que algunas de las trapisondas de su padre en España fueron filmadas por Alberto Cortez. Y que esos registros son hoy piezas requeridas por coleccionistas. Monerías de un gran payaso en una mansión con pileta. Pero ya es 2007. Estamos en Alta Córdoba. En un bar sobre una calle que se llama, precisamente, Coronel Olmedo. Manu Chao timonea la música grabada y el tándem Leguizamón/Castilla nonpalidece en las voces de los músicos que improvisan una guitarreada. Mariano gesticula como su padre y eso no tiene nada de raro. Es docente. Conduce un programa de radio. Mariano también sabe disfrutar de la vida como se debe. La mejor enseñanza que le pudo haber dejado un padre a los que vienen viviendo por detrás.

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Lejos de la cercanía

Lejos de la cercanía
“Cuando vivís es extraño todo lo que sucede”, dice el amigo Martín Toledo en su novela “Proximidad”. Martín, el que cayó aquella noche de 2004 desde el escenario de Casa Babylon. El que regresó a la superficie con los puños llenos de literatura. Llanto de Mudo fue la editorial que recogió esa furia y la convirtió en un libro. Más de 160 páginas en las que se cronica un fracaso tras otro. Porque, ya lo señala el propio autor, “cuando se quiere ser feliz comienzan las equivocaciones”. Y allá vamos entonces, cayéndonos y levantándonos, durmiéndonos y despertándonos. Cada vez más lejos y cada vez más cerca de la felicidad.

EL FANZINE

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