22 septiembre 2007

Una señal

Va, va y va. DJ Rolan lleva el brazalete de capitán de la Charlatan’s Crew. Sirve en bandeja el centro para que Francisco Bochatón remate. No ceja en su objetivo de imprimirle pasión a una noche como tantas. Yo estoy ahí, a su merced, serenamente distraído con la belleza de las new romantics que saltan a la vista de frente al escenario. Una de ellas se ha aplicado unas lágrimas brillantes bajo el ojo. Me dice que vino sola. «Vuelvo siempre a caminar/tratando de encontrar algo», canta Bochatón. Es una canción de Virus, le digo. “Debí soñar o imaginar/que en la calle estás rodando”, sigue la letra. Ya no hace falta que se diga más nada. Pero estamos hablando. “No puedo resistir esta realidad/dame pronto una señal”, entona el cantante y toma aire para el estribillo. Yo estoy mirando esas dos lágrimas brillantes. Y las seguiré viendo después del show, en otra parte, ya lejos de DJ Rolan y Bochaton, en una situación de ensueño sin atenuantes. Las veo ahora, todavía, cuando el sol está elevándose y su luz no opaca en brillo a esas dos lágrimas. “Es que tu cuerpo/va flotando por mi habitación/cierro los ojos/lo retengo en mi imaginación”. La señal me ha señalado y yo no soy quien para apartarme.

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Lejos de la cercanía

Lejos de la cercanía
“Cuando vivís es extraño todo lo que sucede”, dice el amigo Martín Toledo en su novela “Proximidad”. Martín, el que cayó aquella noche de 2004 desde el escenario de Casa Babylon. El que regresó a la superficie con los puños llenos de literatura. Llanto de Mudo fue la editorial que recogió esa furia y la convirtió en un libro. Más de 160 páginas en las que se cronica un fracaso tras otro. Porque, ya lo señala el propio autor, “cuando se quiere ser feliz comienzan las equivocaciones”. Y allá vamos entonces, cayéndonos y levantándonos, durmiéndonos y despertándonos. Cada vez más lejos y cada vez más cerca de la felicidad.

EL FANZINE

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