04 diciembre 2007
Irremediable
Muchas veces me ha tocado viajar en ambulancias. Pero nunca lo había hecho acostado en la camilla. El mundo desde la camilla de una ambulancia resulta menos doloroso. Tal vez porque cuando el dolor viene de adentro, lo de afuera (los rayos de sol que entran por la ventanilla de atrás, la trompa ñata del N1 que frena encima, las ramas de los árboles) se nos aparece como placentero, como muestra de que la vida continúa aunque uno esté ahí dentro. El enfermero me aplica un analgésico que, según me explica, tiene al opio como su principal componente. Me anticipa que puedo llegar a sentir náuseas. Pero no experimentaré ninguna rara sensación, ni siquiera habrá que soportar mareos. No conoceré the other side. Cuando me bajen, me acordaré del gusano loco, del tren fantasma, de todos esos viajes en los que alguna vez uno se puso en manos del destino y confió en su brújula. Ya le hemos vendido el alma al diablo. Ahora la medicina viene por nuestro cuerpo.
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1 comentario:
me ha dejado muerta con este post, juanK
¿cómo está ahora?
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